jueves, 7 de octubre de 2010

La sonrisa de mi cara.

Me encanta ver que voy cumpliendo años y que de momento mi cabeza se mantiene en forma y mis ganas de crear y el deseo ferviente de hacer las cosas de un modo impecable.

Es interesante ser así.

Luego me machacan por todos lados, me digo una y otra vez que soy idiota y que la próxima vez... ¡pues la próxima vez igual de gilipollas!

¡Y es que no aprendo a pesar de mis casi cuarenta y nueve!

Hay una cosa que digo en este pueblo y que le hace mucha gracia a todos, sobre todo a los viejos y es:

- ¡Cuando me arregle Bibi (el de la funeraria) para mi último viaje, espero que me plante una sonrisa de oreja a oreja!- les digo.

Mi ocasional contertulio se queda mirándome con cierta perplejidad y yo prosigo:

- ¿Te preguntaras porque? ¿No?, ¡Pues porque habré hecho todo lo posible por dar siempre lo máximo de mí mismo en todo lo que he emprendido y me habré muerto feliz y sabiendo que eso es así!

Al oír eso, sonríen, entienden lo que quiero decir sobre todo en este mundo en el que el trabajo bien hecho, la iniciativa, el dar lo mejor de cada uno no está valorado.

Intento inculcar a mis hijos una frase que acuño la Generalitat de Catalunya en plena crisis de competitividad, que fue: "La feina ben feta no te fronteres, la feina mal feta no te futur" (El trabajo bien hecho no tiene fronteras, el trabajo mal hecho no tiene futuro) pero ciertas empresas trabajan mal y con el único aliciente del "mas barato" machacan economías incluso particulares.

Intento aplicar en todas las empresas en las que he participado un decálogo que me "regaló" el día de mi cumpleaños a través de La Vanguardia, en el año 1.993 un visionario brillante Lopez de Arriortúa, líder en aquel momento de Opel, del que se destila que hay que dar más siempre de lo que el otro espera y que hay que mantener un deseo perenne de victoria. (Lee cómo ser un huracán de la industria) Recuerdo estar en la oficina con otros compañeros preparando viajes, promociones y ofertas hasta que a las nueve y media de la noche aparecía nuestro jefe, Roberto, con unas Pizzas espectaculares, pagadas de su bolsillo (o no) y con ganas de compartirlas, después de haberte echado una bronca descomunal por algún malentendido. Cosas como esa ya no quedan, estoy casi seguro. Al menos en esta tierra no.

Tal y como están los tiempos, las contrapartidas de estas actitudes "atrevidas" o "avanzadas", quizás no las llegues a disfrutar en esta vida.... 

¡Razón de más para que me planten la sonrisa en casa de Bibi y eso que me llevo al otro barrio! ¿O no?

Al final y después de mas de dos mil años, Jesucristo, una vez más, tenía razón.

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