viernes, 18 de febrero de 2011

¡Ay, Ay, Ayyyyy!

¡Que meses más duros! Estoy iniciando un proyecto comercial y lo he tenido que empezar en la peor época del año para éste pueblo: el invierno. Bueno, no exactamente en invierno, porque lo empezamos a mediados de septiembre, pero casi.

El turismo, la fuente principal de ingresos de este pueblo, tras las fiestas de septiembre ya fue desapareciendo y a primeros de noviembre, con los santos, ya desapareció casi por completo.

Noviembre pasó asi asi, y diciembre bastante mejor gracias a las fiestas de Navidad, que tienen mucho tirón de consumo.

Pero.... ¡menudo enero! y ¡no veas febrero el paso que lleva!. Además se han juntado varios fines de semana fríos y con lluvia, incluso alguno con alerta meteorológica y eso hace que los visitantes se queden en sus respectivas casas.

Al principio nadie tenía prisa por los resultados, pero los días pasan y la presión económica se hace más fuerte. Lo que antes se veía dificil pero posible, ahora se ve simplemente muy dificil. Y yo ya veo la luz blanca al final del tunel.

Si. Cuando presente el balance a finales de febrero ya sé que detras va mi relación laboral... bueno yo no voy a dimitir, pero si que posiblemente se inicien cambios sustanciales que muy posiblemente fulminen mi relación en este proyecto.

Es quizás una visión pesimista, quizás no pase nada y sólo sea una percepción mia, pero como detrás mio tengo una familia no tengo más remedio que ponerme en el peor de los casos. Y es una pena. Para mí, claro, porque el proyecto continuará, seguro, con otra estructura más liviana.

Se producirá una triste situación: eliminarán todo el trabajo de gestión que hago y lo limitarán a un simple dependiente, asumiendo los propietarios ese resto de funciones de las que ahora se despreocupan por completo. Y dentro de las posibilidades, el dependiente puede ser alguien en formación en alguna escuela de hostelería, que saldría completamente gratis, o, sin duda, una persona que esté muy al límite y que trabaje por cuatro duros.

Lejos de deprimirme lo que presiona por salir es un enorme cabreo.

Un cabreo por lo que nadie ve.
Un cabreo por lo que nadie valora.
Un cabreo porque hay muchas posibilidades de que todo mi esfuerzo se vaya al garete.

Mi pareja cuando ve cómo me vuelco en los proyectos, sabiendo cómo soy, me dice que soy idiota.

Pero es que no tengo remedio. Odio a muerte la mediocridad que es, sin duda, la fuente de todos nuestros problemas e intento poner personalmente remedio a eso formándome y trabajando en pos de la perfección y mi sabiduría.

Enfin.... mas de lo mismo.

A finales de mes, ya he dicho, presentaré el balance y para mi será algo como la manzana envenenada de Blancanieves.

¡Quien sabe! ¡Quizás aparece en el último momento un príncipe o una princesa azul, me da igual, que me salva a mi y al proyecto.... y vivimos feliiiices.... y comemos perdiiiices.....

¡Bah! ¡No me creo los cuentos infantiles!


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