domingo, 13 de febrero de 2011

Trabajando

Hay tardes en las que mi única compañía es la soledad. Son cuatro horas viendo cómo poco a poco va oscureciendo hasta que llega la noche.

Y sigo en soledad.

Sólo me visita algún gato.

- ¡Miaaaaau! - me dice

Luego, cuando los pájaros se acurrucan en la enredadera que trepa por uno de los torreones aparecen unos pequeños murciélagos que revoloterán por el recinto durante gran parte de la noche. A éstos ni se les oye.

Se acabó. Ya no hay más compañía.

Hoy, por ejemplo, por no haber no ha habido ni una triste llamada de teléfono. Alguien con quien hablar unos segundos.

Nada.

También comenté una vez que Internet tampoco llega al interior de éstos muros.

Trabajo tengo, ¡menos mal!. Mantengo al día todo el software, los balances, la gestión logística y comercial. Luego me toca hacer la limpieza. Y fín. Otra vez la soledad aparece en toda su magnitud.

La música y las películas ayudan a sobrellevar la situación, pero solo eso, sobrellevarla.

No me deprimo. No me angustio. Nada. Sólo vivo plenamente esa soledad como una parte más de mi vida.

A las nueve de la noche procedo con los simples protocolos de fin de actividad para, una vez concluidos, dirigirme  a mi casa. Y es entonces cuando siento sobre mí un cansancio semejante al producido por una larga jornada laboral. Y esa es la pregunta que me hago en algunas ocasiones: ¿Porqué?.

La verdad es que la pregunta ya dejé de hacermela hace mucho tiempo porque descubrí que me cansa más hacer trabajar la neurona que a los músculos. O mejor digamos que los músculos sólo necesitan descanso físico y la neurona necesita otro tipo de descanso. Con todo no deja de sorprenderme ese cansancio no-físico.

La tranquilidad que respiro entre las paredes del Castillo y esa soledad también me produce otro efecto: una paz interior extraordinaria.

Si unimos las dos sensaciones, ese cansancio y esa paz se comprende que al llegar a casa tenga la sensación de ir a cámara lenta. Allí todo es normal, los niños, las cenas... el ajetreo de toda la vida, vamos, y yo no. Poco a poco participo en la tradicional pelea de enviar a todos a la cama, luego, tambien pausadamente, me siento a la mesa. La cena me espera.

Al levantarme por la mañana todo vuelve a su velocidad y sin rastro del cansancio. Todo vuelve a la normalidad... ¿o la normalidad es lo otro?

¿Alguien vive algo parecido?
¡Ohmmmmmmmmm!


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