viernes, 8 de abril de 2011

Un viernes más... un cuento más.

Otra vez Juli ha estado en la radio contando un cuento a todos nuestros vecinos. Ha contado el del Ratón, de "Saki", que ya publiqué por aquí hace unas semanas. Hoy extraigo un cuento de uno los libros de cabecera de Juli: Cuentos Breves y extraordinarios, de Jorge luis Borges y Adolfo Bioy Casares, del que no me puedo resistir a leer su nota preliminar:

Uno de los muchos agrados que puede suministrar la literatura es el agrado de lo narrativo. Este libro quiere proponer al lector algunos ejemplos del género, ya referentes a sucesos imaginarios, ya a sucesos históricos. hemos interrogado, para ello, textos de diversas naciones y de diversas épocas, sin omitir las antiguas y generosas fuentes orientales. La anecdota, la parábla y el relato hayan aquí su hospitalidad, a condición de ser breves.

Lo esencial de lo narrativo está, nos atrevemos a pensar, en estas piezas; lo demás es episodio ilustrativo, análisis psicológico, feliz o inoportuno adorno verbal. Esperamos, lector, que estas páginas te diviertan como nos divirtieron a nosotros.

Hoy, un cuento oriental de la dinastía Tang, de entre el 618 y el 906 antes de cristo, de casi tres mil años de antigüedad: EL ENCUENTRO

Ch'ienniang era la hija del señor Chang Yi, un funcionario de Hunan. Tenía un primo llamado Wang Chu, que era un joven inteligente y bien parecido. Se habían criado juntos, y como el señor Chang Yi quería mucho al joven, dijo que lo aceptaría como yerno. Ambos oyeron la promesa y como ella era hija única y siempre estaban juntos, el amor creció día a día. Ya no eran niños y llegaron a tener relaciones íntimas. Desgraciadamente, el padre era el único en no advertirlo. Un día un joven funcionario le pidió la mano de su hija. El padre, descuidando u olvidando su antigua promesa, consintió. Ch'ienniang, desgarrada por el amor y por la piedad filial, estuvo a punto de morir de pena, y el joven estaba tan despechado que resolvió irse del país para no ver a su novia casada con otro. Inventó un pretexto y comunicó a su tio que tenía que irse a la capital. Como el tio no logró disuadirlo, le dio dinero y regalos y le ofreció una fiesta de despedida. Wang Chu, desesperado, no cesó de cavilar durante la fiesta y se dijo que era mejor partir y no perseverar en un amor sin ninguna esperanza.

Wang Chu se embarcó una tarde y había navegado unas pocas millas cuando cayó la noche. Le dijo al marinero que amarrara la embarcación y que descansaran. No pudo conciliar el sueño y hacia la medianoche oyó pasos que se acercaban. Se incorporó y preguntó:

- ¿Quién anda a estas horas de la noche?

- Soy yo, soy Ch'ienniang - fue la respuesta.

Sorprendido y feliz, la hizo entrar en la embarcación. Ella le dijo que había esperado ser su mujer, que su padre había sido injusto con él y que no podía resignarse a la separación. También había temido que Wang Chu, solitario y en tierras desconocidas, se viera arrastrado al suicidio. Por eso había desafiado la reprobación de la gente y la cólera de sus padres y había venido para seguirlo adonde fuera. Ambos, muy dichosos, prosiguieron su viaje a Szechuen.

Pasaron cinco años de felicidad y ella le dió dos hijos. Pero no llegaron noticias de la familia y Ch'ienniang pensaba diariamente en su padre. Esta era la única nube en su felicidad. Ignoraba si sus padres vivían o no y una noche le confesó a Wang Chu su congoja; como era la única se sentía culpable de una grave impiedad filial.

- Tienes un buen corazón de hija y yo estoy contigo - respondió él - Cinco años han pasado y ya no estarán enojados con nosotros. Volvamos a casa.

Ch'ienniang se regocijó  y se aprestaron para regresar con los niños.

Cuando la embarcación llegó a su ciudad natal, Wang Chu le dijo a Ch'ienniang:

- No se en qué estado de ánimo encontraremos a tus padres. Déjame ir sólo a averiguarlo.

Al avistar la casa, sintió que el corazón le latía. Wang Chu vió a su suegro, se arodilló, hizo una reverencia y pidió perdón. Chang Yi lo miró asombrado y le dijo:

- ¿De qué hablas? Hace cinco años que Ch'ienniang está en cama y sin conciencia. No se ha levantado ni una sola vez.

- No estoy mintiendo - dijo Wang Chu -. Está bien y nos espera a bordo.

Chang Yi no sabía que pensar y mandó dos doncellas a ver a Ch'ienniang. A bordo de la embarcación la encontraron sentada, bien ataviada y contenta; hasta les mandó cariños a sus padres. Maravilladas, las doncellas volvieron y aumentó la perplejidad de Chang Yi.

Entre tanto, la enferma había oido las noticias y parecía ya libre de su mal y había luz en sus ojos. Se levantó de la cama y se vistió ante el espejo. Sonriendo y sin decir una sola palabra, se dirigió a la embarcación. La que estaba a bordo iba hacia la casa y se encontraron en la orilla. Se abrazaron y los dos cuerpos se confundieron y sólo quedó una Ch'ienniang, joven y bella como siempre. Sus padres se regocijaron, pero ordenarosn a los sirvientes que guardaran silencio, para evitar los comentarios.

Por más de cuarenta años, Wang Chu y Ch'ienniang vivieron juntos y felices.

FIN DEL RELATO

Fotografía de la época

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