sábado, 22 de enero de 2011

Mi cuñado sigue fumando

Lo del tabaco se está convirtiendo en toda una odisea ¿verdad?. Los que no fumamos o lo hacemos muy pero que muy esporadicamente a lo mejor no somos capaces de verlo, pero los que tienen esa adicción lo notan cada día.

Primero fue el precio, subiéndolo y subiéndolo hasta que (hoy me he parado a mirarlo) una cajetilla llega a valer hasta más de cuatro euros. ¡Más de seiscientas de las antiguas pesetas! y eso cada día, mas o menos. Ya hay que preparar una partida presupuestaria doméstica para poder asumir ese vicio.

Luego lo de las prohibiciones que se han ido endureciendo hasta llegar al punto en el que estamos. Algunos de los bares del pueblo han llegado a montar una especie de terrazas, abrigadas de la lluvia y con estufas, para que los fumadores continuen acompañando su café con el habitual cigarrillo. 

Este artículo no va hablar de las ultimas restricciones, no. Todo el mundo ha expresado su opinión en todas las vías y medios de comunicación y no voy a ser, de momento, repetitivo. Este artículo está dedicado a mi cuñado, fumador empedernido y con un escaso presupuesto para "habitos tóxicos".

El domingo estuvimos juntos y me demostró que se puede mantener el vicio reduciendo el gasto a una mínima parte. Si, es que somos geniales en este pais.

Con un presupuesto inasumible de cuatro euros diarios por paquete ahora fuma los cigarrillos que él se hace, pero como las cosas han cambiado y estamos en pleno siglo veintiuno, una maquinita le llena unos tubitos de papel con filtro. El resultado: un cigarrillo exactamente igual a los industriales.

Ahí le tuve, mientras preparaban el café, con su bolsita de picadura, su caja con cien tubitos y su curiosa maquinita mecánica, preparándose diez cigarrillos. Y yo mirándo con curosidad cómo los hacía uno tras otro.

No me pude resistir a solicitar uno para mí:

- ¿se nota la diferencia? - le dije

- ¡Para nada! - me contestó - y puedes hacértelos mentolados, con sabor a vainilla... ¡hay picadura de tabaco para todos los gustos!

Como la dura ley anti-tabaco ya hace años que está instaurada en casa de mi suegra, salimos al jardín a fumarnos uno de esos cilindritos y realmente no encontré diferencia. ¡Que cosas!

No sé lo que vale la máquinita de marras pero, lo que sí me dijo es que cien tubitos vacios valen un euro y de un paquete de picadura de dos euros saca el equivalente a un paquete de tabaco standard. Precio final: dos euros con veinte centimos. Una reducción de costes de casi el cincuenta por ciento si tenemos en cuenta que es exactamente lo mismo.

Enfín, premio a la inteligencia de mi cuñado.

Por cierto, dice que fuma menos porque "eso de tener que hacerlos, es un poco entretenido..." y sólo se pone con ese chisme una o dos veces al día. Pues doble premio: por reducción de costes y de consumo personal.

Un éxito que a lo mejor podemos aplicar en más cosas. En España, seguro. 

Una maquinita así tiene mi cuñado.

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