Inicio una nueva singladura, un nuevo reto, una nueva aventura, en un marco inigualable y singular: el castillo de la Coracera en San Martín de Valdeiglesias.
Está recién remodelado, pero mantiene gran parte de sus estancias. Cuando sea posible la visita será estupendo recorrerle libremente para que cada cual descubra "su propio castillo" y cito palabras textuales de Pachús.
Descubrirlo de su mano me ha hecho sentir fascinación por un edificio. Del siglo catorce, pero un edificio. Conocerla también me ha impresionado. Anteriormente no había tenido relación con ella salvo en instantes puntuales sin relevancia, pero hoy he descubierto en ella algo que jamás pensé encontrar en una persona: siente el castillo en si misma, como si este fuera una parte mas de su cuerpo. ¿Sorprendente? Para mi si.
Ella fue una de las ultimas personas en vivir en él cuando era propiedad y vivienda habitual de alguien, así que me demostró un conocimiento que llegaba a ser piedra a piedra, rincón a rincón, escalón a escalón. Me explicaba anécdotas, vivencias personales, curiosidades de tiempos pasados, y su mirada me observaba buscando mis reacciones, esperando mi sorpresa y alentando mi interés.
Impresionado cuando, mientras caminábamos por el patio de armas, iba recogiendo las colillas que algunos visitantes habían tirado al suelo, despreciando las advertencias de no fumar en todo el recinto. Y me he unido a ella en esa labor ingrata.
Ella ha conseguido que yo sienta ese espacio como algo mío y a proteger, en sólo veinte minutos, quizás porque yo también considero que nuestro castillo es un lugar único y a la vez frágil, a pesar de sus enormes paredes de piedra granítica que parecen inmutables al paso del tiempo.
Voy a estar ahí muy a menudo y yo también estoy empezando a sentir "algo" por dentro. Pachús ha conseguido meterme un castillo en mi corazón.
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