jueves, 23 de septiembre de 2010

Silencio

Estoy echando una mano a un amigo mío en el inicio de un nuevo negocio. Estamos montando una Enoteca. No una cualquiera, sino la única que recogerá todos los vinos que con Denominación de Origen Vinos de Madrid se producen. Es un proyecto en el que está implicado y mucho el Consejo Regulador, la Comunidad de Madrid, mi amigo Nico y La Fundación Castillo de la Coracera y es que el establecimiento en cuestión está ubicado en las antiguas bodegas de este recién rehabilitado castillo.

Todos los inicios son duros y este lo es especialmente. Iniciamos la andadura en pleno periodo de vacaciones locales, con sólo cuatrocientas botellas y con un apoyo publicitario en desarrollo pero aún inexistente. Mi colaboración se traduce en iniciar las ventas y catas.

Sólo con un mínimo de visitas casuales hemos vendido las primeras botellas. Estoy contento porque casi todos los que me visitan acaban llevándose alguna botella.

Las jornadas son laaaaaaaargas cuando, como hoy, no ha entra nadie en seis horas. Pongo música, al uno por ciento del volumen, muy bajita, y preparo cosas con un ordenador aún sin Internet.

Cuando uno está tantas horas sólo en un castillo del siglo catorce con tantas historias oscuras y leyendas como es este, uno no puede dejar de sobresaltarse con alguna sombra o ruido inesperado, así que después de que un día una pequeña polilla me diera un susto de muerte antes de descubrir lo que realmente era, elaboré un plan. Soy una persona serena, analítica y metódica y es lo único que sé hacer en estos casos.

Descubrí que la hiedra se movía un poco durante la noche porque seis parejas de estorninos habían hecho sus nidos en ella y se sobresaltaban con alguno de mis ruidos, toses, pasos...

El golpe seco que produce una hoja seca al llegar al suelo ya no es un misterio para mí.

Ese gato gris que vive en algún lugar indeterminado y que de noche me mira con sus ojos brillantes desde la muralla, ya me saluda y a veces hasta saca la cabeza desde el patio para mirar dentro de la bodega (lo cual también fue un susto porque cuando salí después de ver unos ojos no había nadie)

El más leve cambio de temperatura afecta a mi único mueble de madera, que cruje un par de veces al día.

Lo que aún no he descubierto y es de las pocas cosas que se me escapan, qué produce esos pasos sobre la gravilla con ese ruido tan característico que he oído ya un par de veces... he salido al patio y no he visto a nadie por los alrededores. He hecho unas pruebas y pueden ser pasos, sí, o alguna piedra en su caída, pero el gato sé que no es, al menos caminando. Aún no le he visto cazar... o a lo mejor sí que es él el que hace ese ruido.

Mientras lo averiguo seguiré escuchando el silencio desde mi puesto de guardia en el castillo. Cierto escalofrío recorre mi cuerpo mientras escribo estas líneas. Será porque ya empieza a refrescar por las noches, seguro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Desde aquí puedes participar tambien tú.