Pocos vicios tengo ya pero aún me queda el del chocolate. Me encanta. Como no es un producto de primera necesidad siempre se queda relegado al último lugar en la compra. Bueno, lo que es chocolate en polvo para hacer batidos calentitos en invierno y fresquitos en verano, eso si. Lo compro de cinco en cinco kilos porque "caen" rápido.
Me refiero al chocolate en pastillas, en bombones, en "snacks"... a todo eso.
Paso por delante de los lineales del supermercado y siempre me los quedo mirando golosamente. Un instante de reflexión y luego o por economía o por cualquier otro motivo, acabo saliendo del pasillo sin ello, aunque no siempre.
¿Y cuando si?
Pues cuando llevo algunos días malos. Es como una curativa aspirina.
Compro un poco y me pongo a paladear, poco a poco, ese trocito de chocolate. Y me siento bien. Ese sabor, sobre todo el del chocolate negro, que se mantiene en la boca un ratito más o menos largo es un pequeño placer. Y la mente se me va o, mejor dicho, se relaja.
"Relájate y disfruta"... ¡pues sí! Hago eso.
En los tiempos en los que trabajaba en una pastelería donde permanentemente había un cachivache con chocolate fundido para decoración, mis viajes a ese rincón eran muy habituales. Me encaminaba ahí con un trocito de hojaldre sobrante o con un croissant del día anterior o un trocito de bizcocho o magdalena y sumergía levemente mi bollito en el tibio chocolate. Luego, antes de que se endureciera, lo paladeaba feliz.
Cuando volvía a mi tarea era otra persona. De verdad. Eran unas escapaditas placenteras que recuerdo hoy como si hubieran sido ayer mismo y ya hace casi siete años que abandoné el mundo pastelero.
Creo que sería obligatorio que en todas las casas hubiera un chisme de esos lleno de chocolate fundido. Imaginaros, un trocito de pan... ¡mmmmm!, una fresa madura... ¡ohhhh!, una galleta solitaria... ¡ahhhhh!. Dicen que el chocolate es un sustituto del sexo... ¡pues no lo sé!. Lo que sí sé es que todos seríamos un poquito, sólo un poquito, más felices y eso, siempre será bueno.
Me refiero al chocolate en pastillas, en bombones, en "snacks"... a todo eso.
Paso por delante de los lineales del supermercado y siempre me los quedo mirando golosamente. Un instante de reflexión y luego o por economía o por cualquier otro motivo, acabo saliendo del pasillo sin ello, aunque no siempre.
¿Y cuando si?
Pues cuando llevo algunos días malos. Es como una curativa aspirina.
Compro un poco y me pongo a paladear, poco a poco, ese trocito de chocolate. Y me siento bien. Ese sabor, sobre todo el del chocolate negro, que se mantiene en la boca un ratito más o menos largo es un pequeño placer. Y la mente se me va o, mejor dicho, se relaja.
"Relájate y disfruta"... ¡pues sí! Hago eso.
En los tiempos en los que trabajaba en una pastelería donde permanentemente había un cachivache con chocolate fundido para decoración, mis viajes a ese rincón eran muy habituales. Me encaminaba ahí con un trocito de hojaldre sobrante o con un croissant del día anterior o un trocito de bizcocho o magdalena y sumergía levemente mi bollito en el tibio chocolate. Luego, antes de que se endureciera, lo paladeaba feliz.
Cuando volvía a mi tarea era otra persona. De verdad. Eran unas escapaditas placenteras que recuerdo hoy como si hubieran sido ayer mismo y ya hace casi siete años que abandoné el mundo pastelero.
Creo que sería obligatorio que en todas las casas hubiera un chisme de esos lleno de chocolate fundido. Imaginaros, un trocito de pan... ¡mmmmm!, una fresa madura... ¡ohhhh!, una galleta solitaria... ¡ahhhhh!. Dicen que el chocolate es un sustituto del sexo... ¡pues no lo sé!. Lo que sí sé es que todos seríamos un poquito, sólo un poquito, más felices y eso, siempre será bueno.
a mi tb me gusta el chocolate, pero como sustituto ... yo lo borraría de tu vida para que te jartaras de lo otro jajaajjajajajaj
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