sábado, 13 de noviembre de 2010

Empapados y contentos

Acompaño sin demasiadas ganas a mi hijo de diez años a su compromiso futbolístico. Juega a las diez y cuarto de la mañana como portero. Él encantado. A mí, que no me gusta el fútbol y que en todo caso soy del Barça, va y me sale un hijo apasionado del futbol y del Real Madrid.
 
Ya le he dicho que o cambia o será desheredado, pero no me hace ningún caso.

La lluvia se ha instalado este fin de semana por aquí. ¿Creéis que le importa? Pues no, ni a él ni a ninguno de sus amigotes. Ya con el uniforme, ha cogido su chubasquero oficial y ¡hala! ¡a jugar!.

¡Que frió! La sensación térmica, por culpa del viento, es más fría de lo que realmente marca el termómetro. Las gradas mojadas hacen que todos los padres estemos apiñaditos, de pie, en la parte que queda seca. Somos muchos.A los acompañantes de los componentes de los equipos locales de las diferentes categorías, se unen los de los visitantes. Tres autocares y montones de coches completan el panorama.

Y sigue lloviendo. Unas veces más otras menos, pero los chavales corretean sin cesar tras el balón, empapados y chorreando, sin importarles lo más mínimo.

Nuestro complejo polideportivo no tiene bar, un grupo de máquinas de auto-venta hacen las funciones de ese establecimiento. Más de uno y más de dos, aprovechando las medias partes, salen en busca de ese cafetíto caliente y reconfortante que necesitamos los ya mayores.

Y los chavales siguen intentando una y otra vez el gol, consiguiendo que saquemos las manos de nuestros calientes bolsillos para aplaudir sus jugadas, sus aproximaciones o sus paradas.

Sólo he visto un rato del partido e mi hijo, media parte. Iban cero a uno a favor de los visitantes y ya andaban todos cabizbajos. Es el primer partido de la liguilla entre pueblos de la zona y en principio, han empezado perdiendo, pero por encima de todo lo que les gusta es jugar, ganen o pierdan.

Habrán afrontado la segunda parte cansados, cabreados, pero con ganas de derrotar al equipo de nuestros vecinos comarcales y por descontado, empapados con un agua que ya les debe calar hasta los huesos.

A estas horas estará en casa de mi suegra dándose una ducha calentita y reparadora. Casi seguro que hoy habrá paella para comer. Partido, ducha y paella combinación perfecta para el muchacho, así que se cumplirá el título de mi artículo: Empapados y contentos, sobre todo si, al final, han ganado.

PD.- Al final han perdido cero a cinco. ¡Otro día será!

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