Unos amigos me comentan los nervios que han pasado en los momentos previos al estreno de un espectáculo musical y no puedo dejar pasar el "envite" y comentar algunas cosas de mis momentos de más juventud.
Yo también he sentido esos nervios que te atenazan el estómago e incluso te paralizan justo antes del estreno, pero la primera vez que los sentí fue muy, muy joven cuando iniciábamos el descenso a una caverna con mis amigos espeleólogos. Recuerdo haber amarrado una escala y haberla tirado por un agujero de unos sesenta centímetros de ancho y hacia una profundidad desconocida. Se suponía que bajo nuestros pies había una gran caverna pero yo era incapaz de ver nada. Todo negro. Sólo podía ver las lámparas que lucían insertadas en los cascos de mis compañeros, al fondo. Cuando me tocaba bajar a mi me eché a temblar y comenté:
-Seguro que a vosotros no os pasa ésto. Con la experiencia se pasa, ¿verdad?-
Uno de mis compañeros/instructores me dijo:
-Sólo dejaré de estar nervioso el día que me muera. No se puede iniciar una exploración de forma rutinaria porque la montaña puede sorprender al más experto de nosotros.
Bajé por la escala y no dejé de temblar hasta volver a salir a la superficie. La espeleología no era lo mío.
Cuando empecé en el mundillo del espectáculo tuve la misma sensación, la de estar otra vez al borde de un precipicio y sin ver dónde posaría los pies:
A consecuencia de una baja de última hora, me propusieron la participación en un sólo baile, en un papel auxiliar, y sólo si me consideraba capaz y maduro para hacerlo. Dije que sí.
Se iniciaban los compases de mi entrada y era incapaz de recordar nada. Por un fugaz instante me pasó por la cabeza la idea de abandonar el escenario, muerto de miedo. De miedo al público. Un publico que tres días antes no me asustaba.
Y llegó el momento de mi aparición. Mi cuerpo se puso en marcha y me llevaba por todo el escenario siguiendo las pautas establecidas, sin pensar en ello, de forma natural. Me movía casi de forma programada, automáticamente, y yo podía ir pensando y resolviendo incidencias sobre la marcha. Y sonriendo, claro.
No fue mi primer éxito, fue mi primera actuación profesional.
Esa vez ya no pregunté a nadie. Supe que nervios está unidos a responsabilidad y si eres una persona así, responsable y exigente, los nervios te permiten mantenerte alerta y no bajar la guardia. La experiencia que así vas acumulando te da la soltura y ese "savoir faire" que hace que surjas airoso (o lo intentes) pase lo que pase.
¿Nervios? ¡Sí! Mal asunto cuando no los sientas porque.... ¡estarás difunto!.
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